
La agitación general a nivel planetario que está produciendo la pandemia por Covid19 abre una ventana de oportunidad para que puedan abordarse estrategias de cambio que la inercia social que veníamos arrastrando en las últimas décadas parecía imposibilitar.
De un modo u otro parece evidente que la economía mundial se ha desorganizado de tal manera que una reorganización siguiendo simplemente idénticos paradigmas a los que hemos estado vinculados en lo que llevamos de siglo XXI, puede no ser inmediata, y esto da una ventana de tiempo para actuar.
Para que una práctica fuertemente arraigada decaiga se precisan tres condiciones:
1. Dejar de ser popular;
2. Que sea y se demuestre objetivamente dañina;
3. Que haya medidas legales coercitivas que complementen el panorama.
Al haberse quedado expuesta y descolocada la organización económica que ha venido operando hasta ahora, estamos en un momento con buenas posibilidades reales de actuar de un modo más allá de lo meramente testimonial.
Entre las grandes cuestiones que requieren una reorganización que no sea volver simplemente a lo anterior, cabe subrayar dos elementos sustanciales:
- Los grandes desequilibrios (riqueza-pobreza, hambre-sobreabundancia, norte-sur, hombre-mujer, educación-ignorancia, fanatismo religioso)
- Los desajustes medioambientales (cambio climático, descarbonización, biodiversidad, contaminación)
Los poderes de facto conservadores o negacionistas, que vienen siendo denunciados por organizaciones progresistas, es probable que intenten “desescalar” la crisis actual volviendo al camino anterior, sin desviarse un ápice de la dirección en que veníamos caminando. Sin duda son fuerzas bien arraigadas y con tentáculos bien establecidos entre los medios de comunicación-manipulación, los agentes financieros y los partidos políticos.
Un viejo adagio dice que “si no puedes vencerlos únete a ellos”
Podría ser un error de diagnóstico, que traería consecuencias negativas, considerar que es el momento de imponer por decreto criterios de gestión económica y fiscal más justos, desde los poderes públicos.
Tal como afirmaba el recientemente fallecido fundado del grupo Les Luthiers, Marcos Mundstock, “Nadie es completamente inútil; al menos sirve de mal ejemplo”. Considerar intrínsecamente perversos y diabólicos a colectivos como “financieros” o “empresarios” (aun se siguen oyendo genéricas diatribas contra el “Ibex35”) a los que solo queda “meter en vereda” puede ser una grave equivocación.
Porque cuando alguien se siente atacado, y más aun acorralado, su reacción natural será ponerse más fuertemente a la defensiva y luchar con todos sus medios contra el que considera su mayor peligro.
Sin embargo, estos colectivos (financieros, empresarios) disponen en realidad de mucho margen de maniobra para moverse, y lo podrán utilizar si se genera un clima de confianza en donde se sientan que pueden circular. De hecho, los colectivos ideológicos (los partidos políticos monolíticos, los medios de manipulación y los ciudadanos que los siguen a pies juntillas) tienen mucho menos margen de maniobra debido por una parte a su predisposición a ser manipulados, y por otra parte a su general seguidismo de consignas del socio-marketing, en detrimento de actitudes éticas fundamentales.
Se presenta ahora, como resultado del estado de desbarajuste y el grado de exposición en que empiezan a encontrarse los sistemas económicos mundiales, una gran oportunidad para crear el clima necesario que favorezca que las fuerzas más individualistas y menos solidarias comprendan y encuentren un cierto grado de satisfacción y realización personal, atreviéndose a salir de sus castillos y empezando a moverse por sus amplios márgenes de maniobra.
Para ello deberán sentirse de alguna manera “invitados” y no “amenazados”
Desde “lo público”, es decir, desde las instituciones del Estado, se puede (y se debe) actuar para impulsar el cambio. Pero la clave está en que si no se apunta en la dirección correcta y con los pasos apropiados, se podría producir un efecto rebote que solo consiguiera un atrincheramiento aun mayor de cada conjunto de fuerzas en sus respectivos fortines.
Desde “lo público”, se puede, y se debe, liderar el “desescalamiento” de los desequilibrios sociales y medioambientales. Pero convendría hacerlo con un recorrido por diversas fases. Las cosas empezarán a cambiar de verdad cuando se cumplan las tres condiciones que se apuntaban anteriormente: cuando deje de ser popular, cuando se demuestre que es dañino y cuando se aprueben unas reglas del juego más justas y satisfactorias.
Por consiguiente, en una primera fase del desescalamiento interesa especialmente aprovechar la exposición y el desbarajuste actual para multiplicar las acciones de sensibilización, ahora que los ciudadanos y las organizaciones están notablemente más receptivas. Es el momento de involucrar a las fuerzas tradicionalmente menos solidarias para que comprendan que tienen un papel sustancial en el cambio, como protagonistas del mismo, sin tener que abandonar todo su espacio de confort, pero olvidando posiciones de privilegio tan escandalosas como innecesarias para ellos mismos o sus entornos. Si se sienten invitadas y partícipes, si no se sienten amenazadas o despreciadas, estaremos aprovechando la ventana de oportunidad que se ha abierto en estos momentos.
En una segunda fase, habrá que aportar con seriedad y una sistemática impecable datos y medidas que demuestren que los desequilibrios sociales y medioambientales son netamente dañinos para el propio individuo.
Y en la tercera fase del desescalamiento, con una ciudadanía más sensibilizada que desprecie por impopular los abusos escandalosos, y con unos poderes fácticos que no se sientan amenazados sino protagonistas, y que disfruten saliendo de su atrincheramiento, será el momento de consolidar y dejar por escrito en los libros del derecho y las leyes, aquellas medidas fiscales y de gestión medioambiental que el mundo necesita para las próximas décadas.
- blog de javier.villoslada
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