
Dado que ya conocemos el percal, me anticipo, como siempre, a decir que entiendo tu pereza cuando miras hacia abajo y ves que este artículo tiene más de diez líneas. Pero te invito a que dediques 10 minutos, con la mente abierta, que es lo que, como máximo, te va a llevar su lectura. Y luego opina, si te sientes invitado a ello.
Aprendimos a responder a preguntas, que ahora han cambiado
La pandemia provocada por el Covid19 ha puesto patas arriba muchas de nuestras prácticas habituales, ha removido los cimientos de nuestras economías y ha hecho a mucha gente preguntarse sobre algunas cuestiones importantes de su desarrollo vital, y en particular sobre su escala de valores.
Como se ha dicho repetidamente, hemos aprendido a lo largo de nuestra vida muchas respuestas, pero el problema es que una buena parte de ellas ya no valen por el sencillo hecho de que se han cambiado las preguntas.
Aprendimos responder a la pregunta ¿qué es España? Pero la pregunta ha cambiado a ¿cómo salimos de esta crisis mundial? Las respuestas aprendidas a ¿qué es España? no tienen ahora relevancia para responder a la nueva pregunta, para la que no tenemos respuesta preparada.
Aprendimos a responder a la pregunta ¿cómo educar a los hijos o a los nietos en ciudadanía, en respeto, en honestidad y en responsabilidad? Pero la pregunta ha cambiado a ¿cómo lograr que nuestros llamados “representantes políticos” no sirvan de mal ejemplo para nuestros hijos o nietos? No tenemos respuestas preparadas para esta nueva pregunta. Y desde luego, aplausos o canciones en los balcones contra cacerolas no es la respuesta.
Aprendimos a responder a la pregunta ¿cómo me preparo para acceder a un trabajo honrado y duradero? Pero la pregunta ha cambiado a ¿qué puedo hacer para crear valor añadido y desarrollar soluciones económicas innovadoras? No tenemos respuestas preparadas. Pero la respuesta que se nos ocurre, procedente de nuestro antiguo pensamiento, más educación en general y más subvenciones de subsistencia, no es la respuesta.
Aprendimos a responder a la pregunta ¿quiénes son mis amigos y quiénes mis enemigos? Pero la pregunta ha cambiado a ¿Cómo podemos alinearnos juntos para salir de esta crisis? Y aquí si me gustaría poner las primeras losetas que sirvan para pavimentar el camino que nos queda por andar.
Una de las claves para encontrar este camino y salir de la crisis actual es aprender a situarse en la interfaz.
Uno de los grandes problemas para hacer más eficiente el avance de la Humanidad es, precisamente, la escasez de interfaces, es decir, de personas, estructuras y organizaciones que se mueven en esa zona intermedia entre lo uno y lo otro.
Cruce de caminos
Es conocido y característico del análisis de cualquier sistema nacional de ciencia, investigación e innovación, por ejemplo, que el punto más débil es la carencia de buenas interfaces. Así se lleva diagnosticando en España desde que trabajo en el mundo de la consultoría de innovación y emprendimiento, allá por los años 90’. Se afirma, con razón, que la ciencia española está razonablemente desarrollada y cuenta con buenas instalaciones y equipos para la investigación, con independencia de que los recortes de los últimos años han tensado mucho la cuerda. Pero donde está el cuello de botella es en la tradicional incapacidad de nuestro sistema científico para trasladar los resultados de la investigación a la industria.
Quisiera llevar esta evidencia conocida desde hace 30 años al ámbito de la política y la economía. Estamos buscando respuestas a la pregunta ¿dónde encontrar oportunidades de regeneración y cambio, aprovechando este momento en que todo está revuelto? Mi primera aproximación es: las mejores oportunidades se encuentran en las intersecciones.
Supongamos que voy caminando por el campo en dirección N-S, absorto en mis pensamientos. Poco nuevo voy a aprender. Poco voy a descubrir. Y así, cruzaré el monte, llegaré al otro lado, y estaré como al principio.
Supongamos que otro individuo muy diferente a mí, con otras ideas, con otros valores, con otros miedos y con otros afanes, está también cruzando el monte, pero siguiendo un camino trasversal, en dirección E-O. Y nos encontramos en la intersección. No nos conocemos. No sabemos nada el uno del otro. No tenemos prejuicios formados de antemano. Sacamos la bota, la tortilla, y tomamos algo juntos mientras charlamos. Luego cada uno prosigue su camino.
Pero ahora, después de la intersección de caminos, mis pensamientos son muy diferentes. Pienso en la conversación. En el aspecto del otro senderista. En algunas ideas que han surgido de la charla y que, al contrastar con las mías, ha despertado el interés en repensar mis puntos de vista que venía rumiando durante la primera parte del camino, antes de la intersección.
El cruce de caminos, las intersecciones, las interfaces, provocan oportunidades de avanzar y de innovar en los pensamientos propios. Por el contrario, el rodearse de los tuyos, de la tribu, de los que dicen lo que quieres oír, de los medios de comunicación que vocean los argumentos y razones que te permiten afianzarte en tus pensamientos en los que estás enraizado, solo te llevará a que las oportunidades pasen por delante de ti y ni las percibas ni las puedas aprovechar.
Cómo acabar con las buenas oportunidades y seguir empeñado en el rumbo a ninguna parte
Cuando muchos políticos actuales, y medios de comunicación, se esfuerzan en subrayar las anécdotas poco importantes pero que destacan los puntos flojos de su contrincante, y olvidan intencionadamente los grandes logros que consiguen con su esfuerzo, están matando las oportunidades que la crisis actual está sacando a la luz.
Por ejemplo, cuando dedican una sesión parlamentaria a rasgarse las vestiduras a propósito de si el número de fallecidos se ha movido hacia arriba o hacia abajo (cuando no existe una definición clara y definitiva de qué es “muerte por Covid19”) y se oculta deshonestamente el impresionante éxito de todo el país, habiendo conseguido controlar, minimizar y salvar a la población de un desastre total, … se está jugando a tirar las nuevas oportunidades por la borda. Estos políticos, estos medios de comunicación, estos tertulianos, están encasillándose en los lugares más oscuros y profundos de sus rincones tribales, alejándose cada día de la interfaz.
Desde luego no vamos a ser tan ingenuos como para creer que todo el mundo es bueno. Pero tampoco deberíamos tener el colmillo retorcido y sumarnos a aquello de que el hombre es un lobo para el hombre. Por lo general, solemos tener aciertos y fallos, y también buenas y malas intenciones. Pero querer destacar los fallos y las maldades es alejarse de la interfaz, mientras que aprender a ver los aciertos y las bondades permite ir encontrando oportunidades.
Los contrincantes no tienen por qué ser enemigos a derribar. Eso se aprende practicando el juego. Jugando a ganar, pero con las reglas, sin trampas y por supuesto frente a tu contrincante, que no es tu enemigo.
Círculo virtuoso o círculo vicioso
Por último, quisiera hacer una anotación para diferenciar entre las personas del pueblo y los que se erigen “profesionalmente” como sus representantes, quienes, según está quedando patente, no nos representan. Estamos ante la dicotomía “círculo vicioso” frente a “círculo virtuoso”.
En un círculo virtuoso, los ciudadanos eligen a líderes que gestionan los recursos comunes disponibles para lograr el desarrollo del conjunto hacia metas que produzcan mayor bienestar, equilibrio y sostenibilidad. Así los ciudadanos se sienten más satisfechos y confortables, y reconocen con respeto y orgullo a sus representantes, quienes, harán lo posible por merecer cada día ese respeto y reconocimiento, lo que llevará a que se aproximen cada vez más los discursos políticos, en los aspectos sustanciales de la vida, dado que el objetivo es similar y se realimenta positivamente.
En un círculo vicioso, los ciudadanos eligen a líderes que persiguen objetivos dictados por sus ambiciones personales, su limitada visión de lo común, su carencia de ideas innovadoras y sus oscuros deseos de venganza o de soberbia callejera. Se dejan empujar por agazapados asesores del marketing social, e incitan a los ciudadanos al enfrentamiento, a la deshonestidad y al insulto. A los políticos, medios de comunicación y tertualianos que se comportan así, les interesa hacer aparecer a "los otros" no como senderistas con los que te cruzas, ni siquiera como contrincantes con los puedes jugar según las reglas, sino como enemigos que te amenazan, y por lo tanto necesitas la "protección" de aquellos, frente a estos enemigos. Así logran polarizar a un pueblo que pudiendo mejorar su vida solo hace que empeorarla, tanto en lo moral como en lo económico. Los ciudadanos entonces elegirán de nuevo a esos líderes incapaces, no porque les mejoren la vida, sino porque han picado el anzuelo de pensar que les defienden del enemigo. Y el círculo vicioso cada vez más empobrece al pueblo, los hace más incultos y más violentos.
Interfaz como engranaje capaz de mover la energía entre diferentes ámbitos
Me gustaría, para terminar este ya demasiado largo artículo, distinguir entre “interfaz” y “negociación”, y distinguir entre "interfaz" y "tender puentes de diálogo". No son solo sutiles diferencias sino una cuestión de base: actuar en la interfaz es, precisamente, posicionarse y actuar, con un plan, unos objetivos y unos recursos. Por eso, cuando hablo de acercarse a la interfaz, no hablo de “negociar” en los términos generalmente trileros y calculadores en que nuestros políticos entienden el concepto “negociar”. Y tampoco hablo solo de "tender puentes" en el sentido usual del término.
Siguiendo con la comparación que hacía al referirme al sistema nacional de ciencia e innovación, hace mucho tiempo que se están “tendiendo puentes” y que se está “hablando para entenderse” pero el resultado sigue siendo muy escaso. Interfaz, tal como yo lo entiendo, es un engranaje, una caja de cambios, que transforma la energía presente en un estado a energía presente en otro estado. Y mediante esta transmisión se optimiza el rendimiento total del sistema. Es por lo tanto algo activo, programado, con una misión concreta.
Tender puentes de diálogo, o hablar para entenderse, son más bien actitudes genéricas, en cierto modo pasivas, en tanto que moverse en la interfaz supone una elevada proactividad, un plan, un diseño de los mecanismos y una vigilancia para su buen funcionamiento. Por supuesto no será posible llegar a ello de modo inmediato, desde la deteriorada convivencia social a la que algunos ineptos y deshonestos líderes nos quieren conducir. Y está bien empezar por ir acercándose a las interfaces a través de provocar intersecciones creativas, y empezando a comprender la exigencia prioritaria de aprovechar las nuevas oportunidades, que la crisis de la pandemia ha sacado a la luz. Es necesario valorizar a la inmensa mayoría del pueblo, que son gente de bien, y dejar de acentuar las tóxicas bravuconadas de algunos líderes políticos. Pero después, hay que poner el foco en el diseño y operativa de los engranajes de transmisión, es decir, en las interfaces.
- blog de javier.villoslada
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